Imagínense que ustedes tienen un vecino bulloso que diariamente toca batería a todo volumen y aunque les moleste, ustedes no dicen nada. Un día, inesperadamente, no oyen el escándalo a la hora usual. Se preocupan, se preguntan qué cosa rara estará pasando. Al otro día ven al vecino con un yeso en la mano; todo tiene sentido. Una parte de ustedes se alegra porque ya no habrá bulla, pero mientras ustedes disfrutan, el vecino sigue oyendo música y practicando en su cabeza.Pasan varias semanas hasta que, un domingo en la mañana, ustedes brincan del susto porque a las 8:00 empieza algo que se asemeja a un tiroteo de Rambo tukutukutukutukutukupissshh. Pero no es Rambo, no, es el vecino (ya sin yeso) tocando batería. Ahora pasan dos cosas: el vecino volverá a su rutina bullosa y ustedes se despiden del cocote que se hicieron con que habrá paz (dígase, se les rompe la esperanza).Esto mismo está pasando a nivel mundial. El vecino es el transporte y las industrias, y el coronavirus y la cuarentena el yeso que, momentáneamente, evita que el vecino toque. Al igual que el vecino, cuando todo vuelva a la normalidad, retomaremos las mismas prácticas y hábitos si no trabajamos para hacer cambios estructurales que mejoren como producimos, como nos movemos y como manejamos los recursos de manera más sostenible.
Esa conversación incómoda que no han tenido con el vecino es la conversación incómoda que tenemos que plantearnos ahora como sociedad para evitar caer en lo mismo. Y que quede claro, hablo de una conversación a nivel de políticas públicas y empresariales, de organismos internacionales y de acuerdos.
Entonces sí, ahora mismo los niveles de contaminación del aire se han reducido en muchos países, pero tan pronto se retome la actividad económica, volverán a subir, como ya está pasando en China. Por otro lado, los niveles de emisiones mayormente se miden por mes y por año. Si luego de la cuarentena las empresas hacen un esfuerzo de compensar lo que no ganaron y producen de manera más agresiva, eso pudiera traducirse en más contaminación, pero toca esperar a que pase este período y que salgan nuevos datos. Entonces, no, la solución no es el yeso y los temas ambientales rara vez tienen soluciones tan simples. Si así fuera, hace tiempo la ONU hubiese declarado un paro de un mes al año para dejar que la naturaleza explote de vida y se recupere a la velocidad de la luz.
Ahora vamos a aterrizar en República Dominicana.
Mientras unos postean sobre cómo ahora la isla se transforma rápidamente en un Edén 2.0, en diversos grupos ambientalistas hemos recibido los siguientes reportes:
- Deforestación en Monción (en cuarentena)
- Deforestación en la reserva forestal Loma Novillero (en cuarentena)
- Y en lo personal, me llegó otro reporte de que en la costa norte mataron a una especie marina en veda permanente (y… adivinaron, en cuarentena). De esto me pidieron no dar detalles, ya que hay una investigación en curso.
Hay que considerar que, debido a la cuarentena, las ONGs y los ambientalistas que trabajan en la defensoría de nuestros recursos no pueden hacer su trabajo. Esto puede significar una falta de documentación de otros crímenes ambientales que pudieran estar sucediendo. Dígase, estos tres casos que menciono pueden no ser los únicos. Y en zonas como los parques nacionales Sierra de Bahoruco y Valle Nuevo, que son remotas y de difícil acceso, es muy probable que la agricultura ilegal siga como si nada ya que, si quienes hacen la mano de obra no trabajan, no comen. Esa matemática es sencilla. |